La vida te la dan, pero no te la regalan

viernes, 18 de marzo de 2011

CONFORMISMO O INCONFORMISMO

Alberto Moravia era un escritor italiano, de prosa no muy excelsa, pero si de una agudeza refinada a la hora de crear historias cotidianas en las que uno puede llegar a identificarse plenamente y en las que sabe profundizar en el amplio mundo de las relaciones humanas, con ironía y atino. Entre sus obras es conveniente tener siempre encima de la mesa sus “Cuentos romanos”. Otra de las novelas del autor lleva por nombre “El conformista”; obra cuyo título me hace reflexionar sobre este perfil humano en la actualidad.

En los tiempos que corren en los que la sociedad de consumo nos hace generar cada vez más necesidades y donde se valoran más las posesiones y el éxito profesional que el cariño de tu pareja, la sonrisa de tu hijo o el tiempo libre necesario para compartir una puesta de sol, cada vez somos más los que nos ponemos del lado del inconformismo sin llegar a tener la pausa necesaria para apreciar lo que tenemos o lo que la vida nos puede ofrecer, con el riesgo de ser tachados de conformistas.

El conformista está mal visto. Hoy en día prima la ambición y el espíritu de superación como valores imprescindibles para ser alguien que destaque dentro de la mediocridad existente.

Pero ser inconformista no es tarea sencilla. La cuestión se complica si además, para ser bueno en la vida hay que ser autoexigente con uno mismo, hay que pedirse más y más, aprender más, ser mejor en tu trabajo, tener más títulos, más cursos, ser el perfecto amante, esposa, marido, amigo, músico, deportista. Entonces estás perdido. Asentados en este nivel de exigencia resulta complicado poder alcanzar la felicidad y siempre estaremos insatisfechos con aquello que realizamos o con aquello que tenemos.

Soy consciente de que el progreso y los avances más importantes de nuestro mundo se deben a personas inconformistas y yo mismo me considero de alguna manera como tal, pero también reconozco que se trata de una gran certeza la famosa frase que dice que “no es más feliz quien más tiene, si no quien menos necesita”.

Por ello, y aunque uno tiende al inconformismo y a la autoexigencia agotadora, intento todos los días que esto cambie, pero creo que nunca seré capaz de escribir los versos del cantor que dicen “me enamoro de todo, me conformo con nada; un aroma, un abrazo, un pedazo de pan”. Al menos aspiro a ello. Al final, como casi siempre, en el término medio está la virtud.