La vida te la dan, pero no te la regalan

viernes, 3 de agosto de 2012

LAS SIETE VIRTUDES CAPITALES

La religión nos dejó muy claro cuales son los siete pecados capitales: lujuria, gula avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. Para contrarrestar estas tentaciones perversas en las que todos solemos caer alguna vez, el catecismo no marca las siete virtudes con las que podemos hacer frente a tales inclinaciones negativas. Estas virtudes son la humildad, la generosidad, la castidad, la paciencia, la templanza, la caridad y la diligencia. Salvo la tercera, las demás me parecen muy apropiadas y bienvenidas.


Entre el abanico de virtudes de una persona, podríamos añadir bastantes más aspectos que los siete referidos anteriormente por el catecismo. Así podríamos valorar positivamente la inteligencia o la fuerza de voluntad.

Pero aunque todas las virtudes comentadas anteriormente son dignas de alabanza en aquellos que las poseen, para mi hay una virtud que hoy en día adquiere un mayor valor, dada su escasez. Conozco a mucha gente inteligente, lista, despierta y diligente. Aunque cada vez menos, también hay personas generosas, pacientes, templadas y humildes. Pero lo que realmente cuesta encontrar es aquellos/as que se caracterizan por aplicar el sentido común en todos sus actos. Puede haber personas muy inteligentes, pero carentes de ese equilibrio que da la Sensatez.

El inteligente aunque podrá desempeñar grandes tareas y discurrir grandes reflexiones, generalmente aplicará su virtud en beneficio propio y contribuirá a hacer mejor su vida, no la tuya. Sin embargo el sensato siempre guardará la coherencia necesaria para hacer mejor su vida y la tuya basándose siempre en el sentido común, en saber elegir que es lo más adecuado, lo más correcto, lo más ético y lo más humano.

Probablemente con un poquito más de sensatez muchos de los problemas que nos acucian hoy en dia no nos tendrían tan preocupados y la prima de riesgo sería un familiar más afectuoso y amable.

Consciente de la escasa presencia de la sensatez entre las virtudes de nuestra sociedad, al menos me queda el consuelo de que no es la más extinta; la castidad hace que la sensatez no sea hoy en día el farolillo rojo de la clasificación.