La vida te la dan, pero no te la regalan

domingo, 14 de noviembre de 2010

VIAJAR

Un amigo mío, ya ausente entre nosotros, solía decir cuando veía a una mujer bella y atractiva que pasaba por la calle; “esa es de las que me receta Don Orlando”, (médico que, por cierto, también está lejos de nuestra compañía). Aquel comentario gracioso y simpático podría aplicarse al hecho de viajar, de salir de nuestro entorno cotidiano, de nuestra rutina diaria, como receta médica para conseguir una higiene mental, una ampliación de visión y de miras necesario y muy conveniente para oxigenar y liberar egocentrismos muy peligrosos para la salud.

Escapar de nuestro hábitat habitual no está al alcance de todo el mundo en estos tiempos de crisis que corren, aunque los datos demuestran que el sector turístico sigue resistiendo los temblores de este terremoto económico que nos sigue sacudiendo. Sin embargo puedo garantizar que conocer nuevas culturas nuevos lugares, nuevas gentes, nuevos atardeceres, nuevas cumbres que subir, nuevas aguas en las que mojarse, tiene unos efectos terapéuticos muy saludables, casi tanto como los de esa hermosa mujer que Don Orlando recetaba a mi amigo.

Viajar, descubrir nuevos territorios, lejos de ser un despilfarro, es una inversión cultural que además tienen el poder de abrir nuestras mentes, de hacernos apreciar que no somos el ombligo del mundo y que detrás de las cuatro paredes de nuestra casa y lejos de las calles de nuestra ciudad, hay millones de corazones que palpitan como el nuestro y que sufren como el nuestro, a pesar de que sus rasgos y sus costumbres sean diferentes.

Al igual que nos hacemos una limpieza bucal como medida de higiene y de salud, nuestra mente debería limpiarse con el mismo objetivo, para ello nada mejor que recetarnos de vez en cuando un viajecito.

Por todo ello, yo les recomiendo que se busquen un médico que de vez en cuando les propongan como tratamiento para el mal de la rutina, salir de su ciudad; viajar y conocer otros lugares. Porque les aseguro que incluso en el caso de que su viaje llegue a ser un desastre, o de que por diversas circunstancias ustedes no hayan llegado a sentirse cómodos y a disfrutar de su salida, ustedes habrán conseguido algo muy importante y positivo; apreciar que agusto se puede llegar a estar en su propia casa, leyendo un buen libro sentado en su sofá preferido o viendo una película en su televisor junto con la familia que le da calor durante el invierno.