La vida te la dan, pero no te la regalan

jueves, 21 de octubre de 2010

EL POTRO

Hace poco tuve la oportunidad de visualizar un libro de texto de lo que hoy en día es segundo de bachillerato y correspondiente a la materia de educación física. Me sorprendió tremendamente los contenidos del libro; las medidas de una pista de balonmano, los distintos tipos de golpes en voleibol, la composición de los balones, cuestiones todas ellas muy alejadas a mi entender de lo que debe ser una educación tal y como yo la concibo. Probablemente si le preguntáramos algunos de los temas incluidos en el referido libro a alguno de los recientemente premiados en los premios “Príncipes de Asturias de los deportes”; es decir a los jugadores de la selección española de fútbol; flamante campeona del mundo, en su mayoría no sabrían ni que decir al respecto.

Yo mismo, gran amante del deporte, como ocio, como fuente de salud, como mecanismo de comunicación y de relación y como manantial de valores fundamentales para la vida, sería incapaz de responder a muchas de las preguntas que estuvieran basadas en el libro de texto de segundo de bachillerato.

La lectura superficial de tal libro me hizo recordar aquellas sesiones insufribles y angustiosas a las que nos sometían los profesores de educación física en los tiempos de mi niñez escolar, en los que el famoso y odiado potro adquiría un protagonismo principal.

El salto de aquel dichoso aparato era todo un castigo para muchos y sobre todo para muchas. Aquella especie de toro dispuesto a embestirte se convertía en una barrera infranqueable en la que además de peligrar tu integridad física y tus huesos, podía conllevar un gran sonrojamiento ante la vergüenza de la caída delante de tus propios compañeros de clase.

Ni con aquel famoso potro, que había que superarse sin ningún tipo de preparación previa para ello, ni el maremagnun de conceptos del libro de texto comentado, se consigue alcanzar alguno de los objetivos educacionales que a mi modo de entender deberían primar.

La educación física debería fijarse como finalidad primordial el estímulo por conocer las ventajas de un cuerpo activo y ejercitado, debería primar la práctica paulatina, progresiva y planificada, sobre la teoría acumulada en inútiles papeles. Quizá una vez conseguido todo ello, podríamos plantearnos el siguiente reto; superar aquel dichoso potro.

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