
Analizando las noticias que llegan de los diferentes espectáculos taurinos que se celebran en los distintos pueblos de nuestra geografía durante la época estival uno se para a pensar en el verdadero contenido de estas tradiciones y costumbres de carácter festivo.
Así las noticias que llenan los periódicos y diarios de radio son las cogidas y heridas de los que participan en las capeas y encierros. Cuantos más heridos hayan y cuanto más graves sean mayor será la repercusión de los festejos, que pueden llegar a ser portada en cualquier periódico provincial.
Resumiendo se podría decir que lo más destacable y noticiable de los actos taurinos es la cantidad de litros de sangre que broten o la foto de las tripas al aire de alguno de los pillados por los toros o bueyes que corren por las calles totalmente desconcertados. La noticia pues no es que haya habido un buen recorte, un buen muletazo, si no si han cogido o no a alguien.
Este pensamiento se ve reforzado cuando me comentan que el toro más caro y cotizado de todo festejo es uno llamado Ratón que acumula en su historial un interminable bagaje de muertos y cogidas en diferentes encierros y capeas. Es decir, se paga más cuantas mas muertes, y cuanta más sangre corra en la tierra y para ello el toro debe ser lo más bravo y peligroso posible.
Estoy casi seguro de que la mayoría de la gente que acude a presenciar los encierros y capeas lo hace incitado por el morbo de ver a quien puede coger el toro y cuantas vueltas le puede dar, lo cual me lleva a reflexionar sobre la pobre esencia y valor del contenido de estas fiestas. Lo tradicional no tiene porque ser siempre válido, por el simple hecho de ser una tradición. Hay tradiciones nefastas en muchas civilizaciones y que vistas desde el prisma de la objetividad y la independencia de los lazos y el arraigo local serían conceptuadas como autenticas aberraciones.
Puestos a soñar uno se imaginaría unos festejos en los que la noticia fuera la calidad del artista en su música, en su interpretación, en la plasticidad y estética de una danza, de un ejercicio físico y deportivo, en la belleza de un espectáculo visual o en la originalidad de una actividad creativa activa y cultural, lejos de derramamientos de sangre humana y animal. Pero sólo es un sueño.
Así las noticias que llenan los periódicos y diarios de radio son las cogidas y heridas de los que participan en las capeas y encierros. Cuantos más heridos hayan y cuanto más graves sean mayor será la repercusión de los festejos, que pueden llegar a ser portada en cualquier periódico provincial.
Resumiendo se podría decir que lo más destacable y noticiable de los actos taurinos es la cantidad de litros de sangre que broten o la foto de las tripas al aire de alguno de los pillados por los toros o bueyes que corren por las calles totalmente desconcertados. La noticia pues no es que haya habido un buen recorte, un buen muletazo, si no si han cogido o no a alguien.
Este pensamiento se ve reforzado cuando me comentan que el toro más caro y cotizado de todo festejo es uno llamado Ratón que acumula en su historial un interminable bagaje de muertos y cogidas en diferentes encierros y capeas. Es decir, se paga más cuantas mas muertes, y cuanta más sangre corra en la tierra y para ello el toro debe ser lo más bravo y peligroso posible.
Estoy casi seguro de que la mayoría de la gente que acude a presenciar los encierros y capeas lo hace incitado por el morbo de ver a quien puede coger el toro y cuantas vueltas le puede dar, lo cual me lleva a reflexionar sobre la pobre esencia y valor del contenido de estas fiestas. Lo tradicional no tiene porque ser siempre válido, por el simple hecho de ser una tradición. Hay tradiciones nefastas en muchas civilizaciones y que vistas desde el prisma de la objetividad y la independencia de los lazos y el arraigo local serían conceptuadas como autenticas aberraciones.
Puestos a soñar uno se imaginaría unos festejos en los que la noticia fuera la calidad del artista en su música, en su interpretación, en la plasticidad y estética de una danza, de un ejercicio físico y deportivo, en la belleza de un espectáculo visual o en la originalidad de una actividad creativa activa y cultural, lejos de derramamientos de sangre humana y animal. Pero sólo es un sueño.