La vida te la dan, pero no te la regalan

martes, 1 de enero de 2013

VIEJA SEÑORA

Te quedaste anclada en el pasado mirando fijamente a las aguas que te riegan y viendo entre el oleaje el reflejo de tu juventud. En aquellos tiempos fuiste reina y puerto, y como tal eras partida y llegada. Eras vanguardia, y tu luz brillaba más que nunca.

Ahora algunos dicen que estas un poco descuidada, que te has abandonado, que ya no eres la misma de antes. El tiempo pasa. Es cierto. Pero la vejez hay que llevarla con elegancia y sobriedad y no con las imposturas de un triste maquillaje artificial.

Es cierto que las arrugas delatan tu edad, pero tú nunca quisiste ocultar el paso del tiempo ni teñir tu cielo gris y canoso plagado de melancolía.

Miras y miras una vez más al horizonte azul del oeste buscando el recuerdo de tus hijos que se fueron hacia otras tierras y hacia otro calor.

Pero junto a ti se quedaron otros que no hacen más que lamentarse por tus calles empinadas con quejas desgarradas acompañadas de guitarras lastimeras.

Has llorado muchas veces y tu llanto llenó ese río que parece un mar y que un mar es si alargas tu mano.

Algunos dicen que ya no eres la misma. Yo sin embargo sigo viendo en ti una auténtica señora, tierna, sentimental y sensible. La misma vieja y acogedora señora de siempre. La dulce Lisboa.


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