La vida te la dan, pero no te la regalan

domingo, 19 de abril de 2009

CANCIONES CON TERCIOPELO



Lo que Serrat ofrece en su nuevo periplo musical, no es un espectáculo de grandes estruendos y efectos luminosos, si no la esencia de un artista cuya obra ha marcado y configurado la banda sonara de la vida de muchos fieles incondicionales; esas canciones en las que en alguna ocasión nos hemos sentidos identificados, o en las que nos gustaría haberlo podio estarlo. Canciones ya consolidadas en los corazones de los asistentes y otras que por su juventud, optan a hacerse un hueco en la fibra sensible de cada uno.

Poco se puede decir de esta antología artística que nos ofrece el maestro en esta nueva gira, que no se sepa ya. A algunos les faltará algún tema especialmente querido, a otros les sobrarán aquellos más recientes y menos asimilados.

No hay novedades pues, en esta nueva propuesta serratiana, pero si hay nuevas versiones adaptadas al formato de piano y guitarra que, como si de una mujer al ser desnudada se tratara, acrecientan su belleza y despiertan los sentidos.

Del camerino salió una “Penélope” más tierna, más dulce, más lastimera todavía. “De vez en cuando la vida” se convierte en cristal de bohemia, delicada y acolchada en el terciopelo del piano magistral de Ricard Miralles y el gusto interpretativo de Joan Manuel.

Serrat contrarresta la seda en la que envuelve sus canciones, con discursos animados y jocosos que se desmarcan del lirismo de sus temas, siguiendo la línea de la gira Dos Pajaros de un tiro, con Sabina. Más largos de lo habitual, quizá por que así gana tiempo para reponer el aliento necesario para la siguiente canción, sus comentarios, aún siendo simpáticos y graciosos, desafinaron a mi gusto por el exceso de un lenguaje más vulgar de lo habitual. No me pega oír unas “hostias” sobre una anécdota con un indigente, después de escuchar Lucía o Aquellas Pequeñas Cosas. Será cosa de la edad…, o que este Serrat está de vuelta de todo, o quizá es que de vez en cuando era Tarres el que estaba en el escenario.

El Nano nos dice que es él el que recibe del público, y no él el que da, y así nos lo creemos los asistentes. Pero está claro que una cosa es el artista al que se le llena la boca y otra la persona. Se ve que Serrat quedó saciado de lo que el público salmantino le dio durante las dos horas de concierto, porque en su salida a la calle le esperábamos unas quince personas a las que despreció insinuando que no estaba el tiempo como para pararse dos minutos para atender a una pequeña parte de ese público, del cual supuestamente se alimenta. No es habitual esta conducta del maestro en un pos-concierto. En su fulgurante trayecto de tres metros hasta el coche que le esperaba tuve la oportunidad de regalarle mi novela, pero por su actitud y respuesta escueta y malhumorada, mucho me temo que acabaría en la papelera del hotel. Como titulaba uno de sus discos, Nadie es Perfecto y el paso del tiempo parece avinagrar el carácter del mito.

Nos quedaremos con el artista y su obra, en esta ocasión vestida de terciopelo.

4 comentarios:

Atalanta dijo...

Bueno, bueno, te veo dolido.... al final te veo renegando de tu ídolo...

vicesar dijo...

la obra queda, pero los mitos pueden caer

Rebeca dijo...

Como afirmas en tu artículo, todos somos humanos. Siempre queda la posibilidad de que tu ilusión no haya terminado en la papelera, siempre es mejor dejar el final abierto. Puede haber una historia detrás que no conoces. A menudo, el plano no es único y la secuencia no está completa. Final abierto.

vicesar dijo...

Que alegría verte por aquí Rebeca. Ya te habran dicho tus padres que vi el concierto delante de tus padres. Nunca había tratado con tu madre y me pareció una mujer muy dulce y sensible. A tu madre le encantó el concierto y a mi también. Lo del pos-concierto habrá que difuminarlo. Dejemos el final abierto.